viernes, 6 de enero de 2012

La máquina.

Los días soleados subía a la terraza a fumar.

Le gustaba mirar desde su azotea los tejados. Le gustaba imaginar qué historias habría debajo de cada teja, detrás de cada ventana. Le gustaba también pensar que estaba siendo observado, desde otras terrazas, desde otras ventanas.

Era su grito al mundo, "Eh, estoy aquí".

Ese día estaba soleado, se había levantado tarde y no tenía muchas ganas de hacer nada, así que ahí estaba, con una taza de café y fumando en la terraza. Disfrutando de un sol de invierno.

Terminó su cigarro y tiró la colilla. Vio un papel doblado en el suelo. Estaba limpio, bien doblado, como recién puesto ahí. Lo cogió y leyó. No sabía que ese papel, que ese cigarro, en ese domingo, iba a cambiar su vida para siempre.

"Tengo lo que necesitas", y una dirección apuntada.

"Tengo lo que necesitas" se repetía una y otra vez en su cabeza. ¿Qué clase de broma era esa? No estaba dispuesto a comprobarlo, desde luego. Guardó el papel en el bolsillo del pijama y entró en casa.

Pero la frase no paraba de sonar en su cabeza, y a las horas de estar tumbado en el sofá, y de darle vueltas a la cabeza, decidió que sí, que quería saber qué o quién estaba detrás de ese papel.

Tras una ducha, salió de casa camino de la dirección apuntada, y tras diez minutos caminando, llegó hasta el lugar.

Era un local. La puerta era una reja vieja y oxidada que no dejaba ver nada del interior. No había timbre. Se estaba poniendo nervioso.

Golpeó la reja con fuerza y esperó.

Nada.

Golpeó de nuevo, esta vez más fuerte "Eh, ¿hay alguien? Tengo una nota que...", y sin tiempo a terminar la frase, la reja comenzó a subir sola, se oía el ruido del motor que la movía.

El local no era muy grande. Estaba (mal) iluminado por una vieja bombilla de sesenta vatios, y casi vacío. Nada en las paredes, ni puertas. Casi vacío porque en el centro había una especie de cabina. Era como una de esas cabinas con servicios públicos que hay por la calle. Esas que nunca nadie ha usado ni usará.

De repente la puerta comenzó a cerrarse y sin tiempo para reaccionar, se quedó allí, encerrado, con "La máquina".

Se acercó hasta ella asustado, todo era muy extraño. Estaba convencido de que era un sueño y que tarde o temprano despertaría.

Entró en la maquina y encontró otra nota.

"Hola Javier, estás en una máquina que te permite moverte por el tiempo y el espacio. Es muy sencillo. Tienes un teclado y una pantalla, sólo hay dos variables, fecha y lugar. Sólo hay una regla. Vayas donde y cuando vayas, no podrás regresar ni volver a usar la máquina nunca más. Sólo un viaje, en un sentido. Puedes elegir pasado, presente o futuro. Si decides no usar la máquina, sólo tienes que golpear la puerta y se volverá a abrir a la calle, pero no podrás volver a entrar".

...

Se sentó en un taburete que había frente a la consola, mareado. No tenía sentido. ¿Quien había puesto eso ahí? ¿Desde cuando existía esa tecnología? ¿Era una broma? ¿Porqué conocía(n) su nombre?... ¿QUIERO USAR LA MÁQUINA?

Estuvo como media hora con la cabeza entre sus manos, recuperando la cordura, buscando un sentido. Pensando si quería participar, y si era así, donde y cuando iba a viajar.

Ya lo tenía claro. La vida era demasiado corta como para desperdiciar experiencias.

Pero tenía serías dudas. Miedo.

"¿Y sí está con otra persona? ¿Y si se asusta y no quiere saber nada de mí? ¿Y si mi viaje es en vano y me quedo atrapado allí (entonces) para siempre? ¿Y sí no la encuentro, como saber dónde estará?".

Introdujo las variables. "9 de diciembre de 2021, Barcelona". Pulsó ACEPTAR.

Nada.

Ni un ruido, ni un flash, ni nada que indicara que la máquina había funcionado. Pulso ACEPTAR varias veces seguidas hasta que salió un mensaje parpadeante en la pantalla; "Coge la nota que hay debajo del taburete y déjala en la dirección que está escrita, espero que el viaje sea provechoso y haya merecido la pena. Gracias por confiar. Hasta siempre".

La nota era idéntica a la suya. Salvo que en lugar de su nombre, ponía otro.

Ya tenía claro que era una especie de broma. Alguien le estaba tomando el pelo, aunque no tenía ni idea ni de quién, ni el porqué. Salió de la maquina y fue hasta la reja. La golpeó, y se abrió.

Salió a la calle, y se volvió a marear.

No estaba en el mismo lugar. No era esa la misma calle por la que había entrado al local. Tampoco era un lugar reconocible, la gente iba vestida de manera extraña y los coches, locales, farolas, bancos, eran extraños. Los viandantes también lo miraban a él extrañados.

Barcelona, 2021.

No sabía que hacer, dónde ir, ni como encontrarla. Se acordó de la nota que tenía que entregar y decidió ir hasta la dirección indicada. ¿Pero cómo? Dio la vuelta a la nota, y vio un pequeño plano dibujado a bolígrafo, indicando el recorrido desde la máquina hasta la dirección. Comenzó a caminar.

Tras diez minutos llegó a la dirección, pero no encontró nada salvo un banco vacío. Era un parque. Miro hacía los lados y no vio a nadie, se sentó, otra vez mareado, y dejó la nota sobre el banco, doblada. El plano dibujado había desaparecido.

Entonces oyó su voz, detrás suyo.

"Javier... estás aquí, no puedo creerlo"

Se dio la vuelta y la vio, radiante, guapísima, temblando y con lagrimas cayendo por su cara. Tenía diez años más, ahora casi tenía su misma edad.

"¿Violeta? ¿Eres tú, te he encontrado?" y las lagrimas inundaron sus ojos. Se levantó rápidamente y se fundieron en un beso y un abrazo gigantes. Hubieran podido morir así, en ese mismo instante. Abrazados, felices.

- Pero ¿Como? ¿Porqué?
- No preguntes, mi vida, ahora estás aquí, conmigo. He estado esperándote durante mucho tiempo, diez años. Ahora veo que ha merecido la pena. Te quiero.
- Y yo a ti.

Se volvieron a fundir en un abrazo y desaparecieron de allí caminando. Juntos. Para siempre.

Al final la nota tenía razón, tenía lo que necesitaba.

...

Le gustaba salir por las mañanas al parque. Compraba el periódico en su quiosco de siempre y se acercaba al banco de siempre a leerlo. Ese día estaba soleado en Barcelona. Así que allí estaba él, sentado en su banco, periódico de 9 de Diciembre de 2021 en mano, cuando vio un papel doblado.

Lo cogió, lo abrió y vio escrito "Tengo lo que necesitas". Y una dirección apuntada.